jueves, 8 de agosto de 2013

El maíz y Dona Amalia Salas

Respetemos al maíz,pide doña Amalia
21 de enero de 2012     Número 52

Directora General: CARMEN LIRA SAADE

Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER 

Suplemento Informativo de La Jornada


Doña Amalia Salas Casales, xochimilca de 76 años de edad, representa, como ella misma lo dice, “a la mujer mexicana”, y lo hace en toda su extensión, por su origen campesino e indígena, su apego a la tierra, su activismo y lucha de décadas –primero para sacar adelante a sus diez hijos y luego para defender causas sociales–, pero sobre todo por el cariño que le tiene al maíz.


“El maíz es nuestra vida. Mi abuela murió cuando yo era niña, pero mi abuelo me enseñó a respetar mucho el maíz;cuando se caía, teníamos que juntarlo granito por granito, no debíamos pisarlo porque era sagrado. En noviembre teníamos que ir a cosechar maicito aquí en Xochimilco a la ciénega. Íbamos en canoas, salíamos a las cinco de la mañana en medio de un frío tremendo. Llevábamos un bracero con carbón y ni eso me calentaba. Yo iba nada más a cuidar la canoa. Ellos se metían a pizcar, llegaban con los primeros costales de maíz, los primeros los sacan con todo y hoja, para deshojar para los tamales. Agarré una mazorca, la abrí y empecé a acariciar el cabellito y me hice a la idea que era una muñeca y lo abracé. Mi abuelito me vio y me dijo que me enseñaría a hacer muñecas con hoja de maíz, y así lo hizo después de un tiempo”.

Su habilidad para hacer muñecas de maíz llevó a doña Amalia a participar en 2010 en un evento realizado en el Instituto Smithsoniano, de Washington, como parte de las celebraciones del bicentenario de la Independencia de México. Allí, como parte de un grupo de 135 artesanos y músicos de nuestro país, expuso sus muñecas hechas de hojas, olotes y cabellos de maíz, y mostró cómo se hacen las tortillas, cómo se pone el nixtamal. Lo único que la entristeció fue que los visitantes, a aunque querían, tenían prohibido probar la comida expuesta, “pues así lo dicen las leyes de Estados Unidos”.
A los 40 años de edad, en un mismo año doña Amalia quedó viuda y murieron sus padres y su suegra. “Entonces, dedicada siempre a mis hijos, queriéndolos sacar adelante, que tuvieran una carrera, le aumentaba yo a los tlaxcales (gorditas de maíz) para que fueran una fuente más rica de alimento; a ese elote que estaba aguadito todavía (entre tierno y maduro) le agregaba avena, amaranto, ajonjolí, huevo y canela molida, y entonces ya con eso era un alimento muy nutritivo. Era para el desayuno y el itacate para la escuela”.


Desde entonces y a la fecha ella ha ideado una serie de platillos con maíz y con otros alimentos que la naturaleza provee –como el Huyxopantlaxcalli, que es una tortilla de huevo con hierbas silvestres del verdor, como xocoyoles, vinagreras, quelites, lechuguilla, amaranto, hoja santa y más, preparados con aceite de oliva, avena, harina y ajonjolí–, y a partir de que el gobierno de Carlos Salinas expropió tierras ejidales de Xochimilco, para construir el mercado, el parque ecológico y el embarcadero de Cuemanco, ella se involucró también en varias luchas sociales.
“Cuando nos expropiaron el ejido, lo que yo quería era defender nuestra madre tierra; me preguntaba qué voy a hacer para mis diez hijos, y para mis nietos (que hoy suman 19 más 14 bisnietos). Entonces participé en actividades de los 500 años de resistencia, anduve con Marcos en Chiapas, viajé a muchos lugares, y me di cuenta allí del valor tan grande que tenemos en México, pues en todas las comunidades respetan al maíz, no sólo nosotros los nahuas, también los otomís, los rarámuris, y lo mismo ocurre con el amaranto”.


Y es que el maíz “es el primer alimento para nosotros. Es muy sagrado. Con el maíz se hace atole, pinole, tamales, muchas cosas. Aunque no haya más, el maíz nunca debe faltar”.
También participa activamente en la lucha por la identidad de los pueblos y barrios indígenas, por defender la gastronomía tradicional, por el libre acceso a los centros ceremoniales indígenas, por los derechos de los campesinos, por la preservación del agua, además de promover activamente la lectura… Eso, además de atender su venta de planta de flores en Cuemanco y dar sanaciones y limpias a las personas por medio del uso de flores. Una de sus hijas, Rosalinda, y su nieta Ariedna, son sus herederas en el conocimiento artesanal de las muñecas de maíz.


A doña Amalia le preocupa la forma de vida actual –el desdén de algunos hacia lo tradicional, y hacia la tierra como proveedora de alimentos; el avance de la comida chatarra y las enfermedades asociadas; la cultura del desperdicio; y la apatía ante problemas sociales como la deforestación y la creciente carencia de agua–, y le preocupa el avance de tecnologías como la transgenia. Ella acudió en fechas recientes a un evento en Guadalajara, donde estuvieron representantes de Monsanto, y los encaró para defender a los maíces nativos. “Les dije que el maicito cuida a los niños de los aires, y su cabellito se toma como té y sirve para aliviar los riñones. Les dije que la tecnología no sirve de nada cuando se presentan catástrofes como la del tsunami en Japón” (Lourdes Edith Rudiño).

























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